Orbitas en deterioro

Me contaste una vez, que bajabas a aquel parque a jugar. Paseábamos juntos, observando las calles cambiadas, tratando de reconocer un trozo de pasado del cual sujetarnos. La vida avanzaba a una velocidad vertiginosa; velocidad a la que fingíamos habernos acostumbrado.

Me contaste cómo solías trepar a aquel árbol del parque, junto a una construcción para distribución de agua que hay en tantos parques en Lima. Un parque en el que seguramente yo también merodeara 8 años atrás. Antes de llegar aquí habías surcado mares de horror que alguna vez conocí.

Quizás no debí confesarte que también fui llevado a conocerlos. Apenas llevado. Tú, sin embargo, arrastrada y ahogada hasta que el obscuridad invadiera los pulmones.

No quedó sino optar por lo más sano: cerrar los ojos y pretender que se estaba en la superficie, viviendo como si nada hubiera pasado. Era, después de todo, lo mismo que hacían quienes te rodeaban

Cerrar los ojos ante su fracaso, de la tarea de protegerte.

.

.

..

La inamovilidad es un imposible

Basta con observar un buen rato para caer en la cuenta de que somos pasajeros en este navío.

Observa otro buen rato, para descubrir que la trayectoria que creías línea recta es en realidad una curva.

Espera otro rato más y descubrirás que en realidad es una órbita.

.

.

.

Cuando pensé en estas parábola, esta mañana, creí que era mi órbita la que se deterioraba, permitiendo que finalmente nuestros caminos se encontraran. Ahora pienso que tal vez era tuya la  celeridad, cada vez mayor, apremiada por todo aquello de lo que había que huir. Nos encontramos, finalmente. Recorríamos juntos los lugares por los que pensábamos nos podríamos haber encontrado antes. Nos contábamos las historias que no le contamos a nadie nunca y nuestras iras ardían como una sola flama.

Olvidamos (olvidé) que el milagro de tu velocidad, que te trajo hasta mí continuaba ejerciendo. Creí que orbitábamos juntos (cómo pude?). Me alcanzaste. Amaste. Te diste cuenta de las cosas. Dejaste todo en orden.

Te observé, estrella fugaz, ardiendo, bella y breve. Observé tu caída, en un parpadeo.

Yo sigo orbitando

(sin saber ya para qué)