El problema Kekulé

Del Original en inglés: The Kekulé problem de Cormac McCarthy

Lo llamo el Problema de Kekulé porque entre tantos casos de problemas científicos resueltos en el sueño del investigador, el de Kekulé es probablemente el más conocido. Él trataba de llegar a la configuración de la molécula de benceno y no lograba avanzar cuando cayó dormido frente al fuego y tuvo su famoso sueño de una serpiente formando un aro con la cola en la boca —el ouróboros de la mitología— y despertó exclamando: “Es un anillo. La molécula tiene forma de anillo”. Bueno, El problema, claro (no el de Kekulé sino el nuestro) es que, ya que el inconsciente entiende el lenguaje perfectamente bien (o no entendería el problema para empezar), ¿por qué no responde sencillamente a la pregunta de Kekulé con algo como: “Kekulé, es un maldito anillo. ” A lo que nuestro científico respondería: “Ah ok, Ya entendí. Gracias."

¿Por qué la serpiente? O sea, ¿por qué es el inconsciente tan reacio a hablarnos? ¿Por qué las imágenes, las metáforas, los dibujos? Por qué los sueños, entonces?

Un punto de partida lógico sería definir qué es el inconsciente en primer lugar. Para esto tenemos que dejar de lado toda la jerga de la psicología moderna y volver a la biología. El inconsciente es un sistema biológico antes que nada. Para decirlo en corto (y en preciso): el inconsciente es una máquina para manejar a un animal.

Todos los animales tienen un inconsciente. Si no, serían plantas. A veces podemos atribuirles tareas que en realidad no realizan. Los sistemas en un cierto nivel de necesidad pueden necesitar su propio control independiente. La respiración, por ejemplo, no está controlada por el inconsciente sino por el puente y el bulbo raquídeo, dos sistemas ubicados en el tronco encefálico. Exceptuando claro el caso de los cetáceos, que tienen que respirar cuando salen a la superficie a tomar aire. Un sistema autónomo no funcionaría aquí. El primer delfín anestesiado en una mesa de operaciones sencillamente se murió. (¿Cómo duermen? Con la mitad de su cerebro alternándose) Pero los deberes del inconsciente son incontables. Todo, desde rascarse una picazón hasta resolver problemas matemáticos.

Los problemas en general suelen estar planteados usando el lenguaje y el lenguaje sigue siendo muy útil para explicarlos. Pero el verdadero proceso de pensar, en cualquier disciplina, es en gran parte una tarea inconsciente. El lenguaje se puede utilizar para resumir alguna conclusión a la que se ha llegado —una especie de hito— como para tener un nuevo punto de partida. Pero si vas a creer que realmente usas el lenguaje para resolver los problemas, me gustaría que me escribieras y me dijeras cómo es que lo haces.

Ya les he comentado a algunos de mis amigos matemáticos que el inconsciente parece ser mejor en matemáticas que ellos. Mi amigo George Zweig llama a esto el Turno nocturno. Tengamos en cuenta que el inconsciente no tiene ni lápiz ni bloc de notas y, obviamente tampoco tiene borrador. Que resuelve problemas matemáticos es indiscutible. ¿Que cómo lo hace? Cuando les sugerí a mis amigos que bien podría hacerlo sin usar números, muchos de ellos pensaron, después de un tiempo, que si, que era posible. ¿Cómo? no lo sabemos. Así como no sabemos cómo es que logramos hablar. Si estoy hablando contigo, difícilmente puedo estar armando al mismo tiempo las oraciones que diré después de lo que estoy diciendo ahora. Estoy totalmente ocupado en hablar contigo. Ni tampoco una parte de mi mente puede estar construyendo estas oraciones y luego diciéndomelas para que las repita. Aparte del hecho de que estoy ocupado, esto desembocaría en una regresión infinita. La verdad es que hay un proceso al que no tenemos acceso. Es un misterio totalmente opaco.

Hay personas influyentes entre nosotros —de quienes hablaremos un poco más un poco más adelante— que afirman que el lenguaje es un proceso totalmente evolutivo. Que apareció de algún modo en el cerebro en una forma primitiva y luego creció para ser útil. Algo así como la vista, quizás. Pero la vista que ahora conocemos se puede rastrear hasta una docena de rutas evolutivas bastante separadas. Materia tentadora para los teleólogos. Estas rutas aparentemente comienzan con un órgano primigenio capaz de percibir la luz allí donde cualquier oclusión bien podría ser señal de la presencia de un depredador. Lo que en realidad lo convierte en un excelente escenario para la selección darwiniana. Puede ser que dichas personas influyentes imaginen a todos esos mamíferos esperando a que aparezca el lenguaje. No lo sé. Pero todas las señales apuntan a que el lenguaje ha aparecido una sola vez y en una sola especie, entre la cual se extendió con gran velocidad.

Hay una serie de ejemplos de uso de señales en el mundo animal que podrían tomarse como un protolenguaje. Las ardillas, entre otras especies, usan una señal de alarma para los depredadores aéreos y otra para los que están en tierra. Halcones a diferencia de zorros o gatos. Muy útil. Pero lo que falta aquí es la idea central del lenguaje: que una cosa puede ser alguna otra cosa. Es la idea que Helen Keller comprendió de repente en el pozo. Que el signo de agua no era simplemente lo que se hace para conseguir un vaso de agua. Era específicamente el vaso de agua. De hecho, era el agua en el vaso. Esto aparece en la obra The Miracle Worker. No quedó ni un ojo seco en la casa.

La invención del lenguaje se entendió de inmediato como algo increíblemente útil. De nuevo, parece haberse extendido entre la especie casi instantáneamente. El primer problema parece haber sido que había más cosas que nombrar que sonidos para nombrarlas. El lenguaje parece haberse originado en el sudoeste de África e incluso puede ser que los clics en los idiomas khoisan, incluidos el sandawe y el hadza, sean un remanente de esta antigua necesidad de una mayor variedad de sonidos. Los problemas vocales finalmente fueron manejados evolutivamente, y aparentemente en un tiempo bastante corto, encargando a nuestra garganta en gran parte a la fabricación del habla. No sin costo, al parecer. La laringe ha bajado en la garganta de tal manera que nos ha hecho a nosotros como especie, muy vulnerables a atragantarnos con la comida; una causa de muerte no poco común. También nos ha dejado como los únicos mamíferos incapaces de tragar y vocalizar al mismo tiempo.

El tipo de aislamiento que nos dio altos y bajos, claros y oscuros y otras variaciones en nuestra especie no pudo evitar el avance del lenguaje. Cruzó montañas y océanos como si no existieran. ¿Cubrió alguna necesidad? No. Los otros cinco mil mamíferos entre nosotros están bien sin él. ¿Pero es útil? Oh sí. Podríamos señalar incluso que cuando llegó no tenía adónde ir. El cerebro no lo esperaba y no había hecho planes para él. Simplemente invadió aquellas áreas del cerebro que estaban menos ocupadas. Una vez sugerí en una conversación en el Instituto Santa Fe que el lenguaje se había comportado como una invasión parasitaria y David Krakauer, nuestro presidente, dijo que a él se le había ocurrido lo mismo. Lo que me gustó mucho porque David es muy inteligente. Esto no quiere decir, por supuesto, que el cerebro humano no fuera de ninguna manera adecuado para albergar al lenguaje. ¿Adónde más podría haber ido? No tenemos nada más que la evidencia de la historia. La diferencia entre la historia de un virus y la del lenguaje es que el virus ha llegado por selección darwiniana pero el lenguaje no. Un virus viene muy bien diseñado: muéstralo, giralo un poco, empújalo y… click. Ya quedó. Pero si revisas el rincón de los intentos previos encontrarás varios viruses que no pasaron la prueba.

No hay selección en marcha en la evolución del lenguaje porque el lenguaje no es un sistema biológico y porque solo hay uno de ellos. La lengua ur de origen lingüístico a partir de la cual han evolucionado todas las lenguas.

Para este momento, personas influyentes ya se estarán sonriendo ante el mal disimulado lamarckianismo escondido aquí. Podríamos tratar de evadirlo usando varias estrategias o redefiniciones, pero probablemente sin mucho éxito. Darwin, por supuesto, descartaba la idea de las "mutilaciones" heredadas: como el caso de cortar las colas de los perros, por ejemplo. Pero la herencia de ideas sigue siendo un tema complicado. Es difícil verlo como algo que nos sea solo adquirido. La forma en que el inconsciente trabaja no es tanto que sea poco comprendida sino que es no comprendida por completo. Es un área bastante ignorada por los estudios de inteligencia artificial, que parecen dedicados mayormente a la analítica y a la cuestión de si el cerebro es como una computadora. Han decidido que no lo es, pero eso no es del todo cierto.

De las características conocidas del inconsciente, su persistencia es una de las más notorias. Todo el mundo está familiarizado con los sueños repetitivos. Aquí bien se puede imaginar al inconsciente con más de una voz: no está captando, ¿verdad? No, es bastante lerdo. ¿Qué es lo que quieres hacer? No sé. ¿Quieres intentar usar a su madre? Pero su madre ya está muerta. ¿y eso qué importa?

¿Qué está pasando aquí? ¿Y cómo es que sabe el inconsciente que no estamos comprendiendo algo? ¿Qué es lo que no sabe? Es difícil escapar a la conclusión de que el inconsciente está a merced de un imperativo moral por educarnos. (¿imperativo moral? ¿es en serio?)

La evolución del lenguaje comenzaría con los nombres de las cosas. Luego seguirían las descripciones de esas cosas y descripciones de lo que hacen. El desarrollo de las lenguas en su forma y apariencia actuales —su gramática y sintaxis — tienen una universalidad que sugiere una regla común. La regla es que los idiomas han seguido sus propias necesidades. La regla es que se encargan de describir el mundo. No hay nada más que describir.

Todo fue muy rápido. No hay lenguas cuya forma se encuentre hoy en estado de desarrollo. Y sus formas son todas básicamente la misma.

No sabemos qué es el inconsciente o dónde está o cómo llegó allí, dondequiera que esté. Estudios recientes del cerebro animal mostrando cerebelos de gran tamaño en algunas especies muy inteligentes son bastante sugerentes. Que los hechos que nos rodean son de por sí capaces de moldear el cerebro es una idea que se está aceptando poco a poco. ¿El inconsciente obtiene esta información solo de nosotros, o tiene el mismo acceso a nuestros sentidos? Puedes hacer lo que quieras con el nos y el nuestro y el nosotros, tal como estoy haciendo ahora. En algún punto la mente debe gramaticalizar los hechos y convertirlos en narraciones. Los hechos del mundo no nos llegan en forma de narración. Somos nosotros los que tenemos que darles esa forma.

Entonces, ¿qué estamos diciendo aquí? Que algún pensador desconocido se sentó una noche en su cueva y dijo: Wow. Una cosa puede ser otra cosa. Claro, Por supuesto que eso es lo que estamos diciendo. Excepto que no lo dijo porque no había un idioma para que lo dijera. Por el momento, tuvo que conformarse con pensarlo. ¿Y cuándo pasó esto? Nuestras personas influyentes dicen que no tienen la menor idea. Por supuesto que no creen que eso haya sucedido así. Pero aparte de eso. ¿Hace cien mil años? ¿Medio millón? ¿Más? En realidad, cien mil sería una buena posibilidad. Coincide con los rastros pictoricos más antiguos conocidos, encontrados en la cueva de Blombos en Sudáfrica. Estos rayones tienen mucho que ver con aquel tipo despertándose en su cueva. Porque, aunque es muy probable que el arte llegara antes que el lenguaje, probablemente no lo lo fuera por mucho. Algunas personas influyentes han afirmado que el lenguaje podría tener hasta un millón de años. No han explicado qué es lo que hemos estado haciendo con él todo este tiempo. Lo que sí sabemos, casi sin lugar a duda, es que una vez que tienes el lenguaje, todo lo demás llega muy rápido. La simple comprensión de que una cosa puede ser otra cosa forma parte de la raíz de todo lo que hacemos. Desde el uso de piedritas de colores para el intercambio de cabras hasta el arte y el lenguaje, y de ahí al uso de marcadores simbólicos para representar partes del mundo demasiado pequeñas para ver.

Cien mil años es casi un parpadeo. Pero dos millones de años no. Este es, en términos generales, el lapso de tiempo durante el cual nuestro inconsciente ha estado organizando y dirigiendo nuestras vidas. Y todo eso sin lenguaje. Al menos por todo ese tiempo menos ese parpadeo reciente. ¿Cómo nos dice dónde y cuándo rascar? no sabemos. Solo sabemos que es bueno en eso. Pero el hecho de que el inconsciente prefiere evitar dar instrucciones verbales casi por completo, incluso cuando parecen ser la forma mas práctica, es una señal muy fuerte de que no le gusta mucho el lenguaje e incluso de que no confía en él. ¿Y por qué? ¿Qué tal por la buena y suficiente razón de que se la ha pasado bastante bien sin él durante un par de millones de años?

Aparte de su gran antigüedad, este modo de presentación gráfica de la historia que es el favorito del inconsciente tiene el atractivo de ser útil y sencillo. Una imagen se puede recordar en su totalidad, mientras que un ensayo no. A menos que uno sea un caso de Asperger. En ese caso los recuerdos, aunque correctos, sufren por su propia literalidad. El registro de los conocimientos o información contenida en el cerebro del ciudadano promedio es enorme. Pero la forma en que se almacena es mayormente desconocida. Es posible haber leído miles de libros y poder discutir cualquiera de ellos sin recordar una palabra del texto.

Cuando uno hace una pausa para reflexionar y dice: “Déjame ver. ¿Cómo puedo explicar esto?”, su objetivo es traer de vuelta una idea de este pozo de no-sabemos-qué y darle una forma lingüística para poder expresarlo. Es este aquello que uno quiere poner, lo que es representativo de este reservorio de conocimiento cuya forma es tan indefinida. Si le explicas esto a alguien y te dice que no entiende, es posible que te lleves la mano a la barbilla y pienses un poco más y se te ocurra otra manera de "decirlo". O tal vez no. Cuando sus estudiantes se quejaron ante el físico Dirac de que no entendían lo que había dicho, Dirac simplemente lo repetía exactamente igual.

El método de contar una historia en imágenes se presta a la parábola. Al cuento cuyo significado nos da algo en qué pensar. El inconsciente se encarga de las reglas, pero esto requiere nuestra cooperación. El inconsciente quiere guiarte en tu vida en general, pero no le importa qué pasta de dientes usas. Y aunque el camino que te sugiere puede ser general, no incluye saltar a un precipicio. Podemos ver esto en los sueños. Esos sueños tan perturbadores que nos despiertan son totalmente gráficos. en ellos nadie habla. Estos son sueños muy antiguos y, a menudo, inquietantes. A veces un amigo puede ver su significado, aunque nosotros no podemos. El inconsciente pretende que sean difíciles de comprender porque quiere que pensemos en ellos. Para recordarlos. No significa que no puedas pedir ayuda. Las parábolas por supuesto, a menudo quieren resolverse en la misma situación que proponen. Cuando oíste hablar por primera vez de la caverna de Platón, te pusiste a recrearla.

Me repito. El inconsciente es un operativo biológico y el lenguaje no. O todavía no. Hay que tener cuidado al invitar a Descartes a la mesa. Aparte de la heredabilidad, probablemente la mejor guía para saber si una categoría es de nuestra propia creación es preguntarnos si la encontramos en otras criaturas. El caso del lenguaje es bastante claro. En la facilidad con que los niños aprenden sus complejas y difíciles reglas notamos la lenta incorporación de lo adquirido.

He estado pensando en el problema de Kekulé de vez en cuando durante un par de años sin lograr mucho progreso. Luego una mañana, después de que George Zweig y yo tuviéramos uno de nuestros almuerzos de diez horas, bajé de mi habitación por la mañana con la papelera y, mientras la estaba vaciando en la basura de la cocina, de repente supe la respuesta. O sabía que sabía la respuesta. Me tomó un minuto más o menos comprenderlo. Reflexioné que mientras George y yo habíamos pasado las primeras horas en cognición y neurociencia, no habíamos hablado sobre Kekulé y el problema. Pero algo en nuestra conversación muy bien podría haber desencadenado nuestras reflexiones, las mías y las del Turno nocturno, sobre este tema. La respuesta, por supuesto, es simple una vez que la conoces. El inconsciente simplemente no está acostumbrado a dar instrucciones verbales y no es feliz haciéndolo. Costumbres de dos millones de años son difíciles de romper. Cuando más tarde le conté a George lo que se me había ocurrido, lo pensó durante algo de un minuto y luego asintió y dijo: "Eso suena bien". Lo que me agradó bastante porque George es muy inteligente.

El inconsciente parece saber mucho. ¿Qué sabe de sí mismo? ¿Sabe que va a morir? ¿Qué piensa acerca de eso? Pareciera que  representara a una reunión de talentos en lugar de uno solo. Parece poco probable que el departamento de comezones también esté a cargo de las matemáticas. ¿Puede trabajar en varios problemas a la vez? ¿Solo sabe lo que le decimos? O, más probablemente, ¿tiene acceso directo al mundo exterior? Algunos de los sueños que se esfuerza en armar para nosotros son sin duda profundamente reflexivos pero también, hay algunos que son francamente frívolos. Y el hecho de que parece no ser tan insistente en que recordemos cada sueño sugiere que a veces puede estar trabajando para sí mismo. ¿Y es realmente tan bueno resolviendo problemas o es solo que sigue su propio consejo acerca de las fallas? ¿Cómo tiene esta comprensión tan envidiable? ¿Cómo podríamos averiguarlo? ¿Estás seguro?

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